12 de Agosto de 2024 a las 10:12
No exentos de polémicas, en la segunda década del XXI la arquitectura ha decidido subir un peldaño más en su carrera por arañar el cielo de Manhattan. Según el Council on Tall Buildings and Urban Habitat (CTBUH), la asociación sin ánimo de lucro que registra los datos de los rascacielos, un superalto es todo aquel edificio que mide 984 pies o más, casi 300m. El standard se definió en 1889 a partir de la altura de la Torre Eiffel, de 330 m de altura medidos desde la base hasta la punta de la antena.
En estos momentos NY es la ciudad del mundo con más edificios “superaltos” (17 ya construidos y unos cuantos más en construcción o con proyecto aprobado). Edificios que van desde los 303 m del One Manhattan West (David Childs of Skidmore, Owings & Merrill SOM, 2019, 67 pisos) a los 541 del One World Trade Center también de SOM (David Childs of Skidmore, Owings & Merrill SOM, 2014, 104 pisos), mayoritariamente destinados a viviendas y oficinas, carísimos de construir y también para vivir en ellos.
Lo que distingue estos edificios de los rascacielos vistos hasta ahora no es sólo su altura si no su relación de esbeltez. Un edificio se considera esbelto si tiene una proporción superior a 1:7. En comparación, los superaltos sorprenden con proporciones habituales entre el 1:10 y el 1:15 y que van hasta el 1:23 en la Central Park Tower ( Adrian Smith & Gordon Gill, 472m, 2021, 131 pisos) y el 1:24 en la Steinway Tower (SHoP Architects, 435 m, 2020, 91 pisos).
Como es lógico, los superaltos reciben la admiración de muchos, son un buen tema de conversación y una excelente diana para los dardos contra el sistema: desde los que protestan con acampadas en Central Park, denunciando la sombra que proyectan sobre el parque aun estando a casi 700 m de distancia (y que se produce, también es cierto, solo en contados días de invierno, cuando el sol está más bajo); pasando por los que denuncian la “Fila de los Billonarios” (57st), llamada así por concentrar algunos de los más altos y sobre todo esbeltos edificios que conforman un nuevo skyline de la ciudad y que algunos críticos han tachado de ostentosos y sin ningún interés arquitectónico; hasta los científicos del U.S. Geological Survey Coastal and Marine Hazards and Resources Program, que están estudiando si las cargas de los edificios sobre el suelo tienen relación con el hundimiento de la ciudad (entre 1 y 2 mm al año)1.
Lo cierto es que, ante estos alardes tecnológicos, una se pregunta hasta donde podemos llegar. Al igual que estos días hemos visto cómo se superan nuevos récords olímpicos y nos sorprenderemos con las posibilidades del cuerpo humano para saltar más lejos, más alto y correr o nadar más rápido, podemos cuestionarnos donde están los límites del sistema tecnológico, sólo al alcance de un selecto club de estudios de arquitectura, acompañados de las ingenierías y por supuesto con la implicación de empresas constructoras solventes.
En este artículo repasamos algunas de las cuestiones que se plantean, relacionadas con 5 aspectos clave:
1. Reconocer las distintas estrategias estructurales que se están usando para resolver las cimentaciones, la rigidez de los sistemas, y su comportamiento a los esfuerzos, vibraciones y efectos del viento;
2. La problemática de la comunicación vertical mediante ascensores y escaleras y su relación con la seguridad en caso de desastres naturales o de incendios;
3. La necesidad de espacios “perdidos” como plantas técnicas, plantas abiertas o impracticables por la necesidad de generar arriostramientos cada cierta altura mediante jácenas y triangulaciones;
4. El bienestar o la sensación que perciben los habitantes o usuarios de estos edificios;
5. Y finalmente la cuestión económica: inversores, costos y desigualdad social.
Estrategias estructurales
La mayoría de los “superaltos” son de hormigones de altísima resistencia (Ultra Hight Strength Concrete, UHSC), de hasta 150MPa, con cementos de alta calidad más aditivos que aceleran el curado del hormigón armado y reducen las temperaturas de hidratación, y armaduras que van desde los 280MPa hasta los 690MPa. Las ventajas del hormigón frente al acero son varias: menor transmisión del ruido entre plantas, menor oscilación debida a la fuerza del viento y mejor comportamiento térmico manteniendo temperaturas más constantes gracias a la inercia térmica del material.
En la mayoría de casos, las estrategias estructurales pasan por un núcleo central que acoge los ascensores y las escaleras, y un anillo perimetral, a base de estructuras tubulares o “marcos rígidos”, que se arriostran con el núcleo central mediante diversas soluciones que extienden en horizontal la rigidez del núcleo hacia los pilares periféricos. Hay que tener en cuenta que con plantas tan pequeñas (entre 400 y 600 m2), la intención es disponer de espacios diáfanos y, a menudo, con alturas superiores a las habituales, sobre los 4,5m.
A estos sistemas se deben añadir todos los recursos y mecanismos para contrarrestar los empujes y succiones debidas al viento y reducir las vibraciones que generan desconfort en los usuarios: formas aerodinámicas que obligan a cambiar la geometría a cada planta; aberturas verticales a modo de atrios cada 12 plantas para permitir el paso del viento; o la ubicación de amortiguadores (activos, semiactivos o pasivos) en las plantas superiores para evitar movimientos.
En general, y para “anclar” el edificio sobre el terreno, los edificios disponen de 2/3 plantas sótano, con una cimentación en base a una gran losa de hormigón anclada a la roca mediante conectores similares a pilotes, de distribución y longitud diversa, según las necesidades de cálculo.
La comunicación vertical
La segunda dificultad a superar en este tipo de edificios es la comunicación vertical. En algunos de estos nuevos edificios se resuelve reduciendo las necesidades, es decir, uno o dos apartamentos por planta, de manera que, aun teniendo 70 alturas, el tránsito de personas es muy limitado y se soluciona con distintos ascensores sólo para dos personas y cajas de escalera que no necesitan ocupar demasiado espacio para garantizar la evacuación en caso de emergencia.
También la altura y esbeltez de los superaltos supone un problema durante la ejecución: parcelas muy pequeñas que obligan a reconsiderar el uso y ubicación de las grúas y, sobre todo, a desplegar enormes plataformas para el acopio de materiales, voladas sobre las aceras, y con un tránsito de maquinaria y transporte muy intenso que obliga a trabajar las 24 horas del día con las molestias de ruido que comporta.
Los espacios técnicos no habitables
Este tipo de edificios necesita, cada 10/12 plantas, ubicar equipos y maquinaria que garanticen la eficiencia de los sistemas de instalaciones: calefacción, ventilación, aire acondicionado, protección al fuego, seguridad, comunicación, redes, ascensores y escaleras necesitan espacio que puede llegar a significar un 10/15% de la superficie construida. En la mayoría de casos, estas plantas se distinguen desde el exterior mediante estrategias diversas y resuelven dos problemas en uno: estética diferenciada, retranqueos y aberturas para permitir el paso del viento, o carpinterías opacadas para ocultar los “artefactos” estructurales como cerchas y diagonales.
La percepción de los usuarios, confort, bienestar y factores psicológicos
Por supuesto que a la mayoría nos encantaría acceder a estos apartamentos ni que fuese de visita y poder contemplar las vistas desde una planta 70.
De hecho, los usuarios de estos espacios en altura ponen en valor principalmente las vistas, a poder ser a un espacio natural como el mar o un parque, y agradecen alejarse del ruido de la ciudad y disponer de una mejor calidad del aire. Pero también expresan su preocupación con las dificultades que supone el uso de ascensores que, además, perciben como fuera de su control en caso de emergencia; las molestias en días especialmente ventosos; o el miedo a no poder escapar del fuego en caso de incendio. De hecho, se ha comprobado que, en simulaciones de evacuación, los que se quedan rezagados son los niños, los mayores y aquellos con movilidad limitada o discapacidades físicas o psíquicas.
Curiosamente, la gente que trabaja en rascacielos prefiere las plantas altas (eso sí, no por encima de la 30), mientras que, para vivir, prefieren quedarse entre la 6ª planta y la 15ª. Y cuanto más arriba se vive o trabaja, mayor es la preocupación por como evacuar el edificio en caso de incendio.
A los factores razonables y de seguridad se unen las percepciones psicosociales: hay un porcentaje de la población que tiene fobia a las alturas (acrofobia); la altura genera ansiedad hasta a un 2% de la sociedad; los humanos tenemos la sensación que las distancias, hacia abajo, son mayores que hacia arriba, y de hecho existen ya estudios que analizan las preocupaciones de los usuarios de edificios en altura2 o la “intolerancia” a las alturas3.
La inversión económica y la desigualdad social
Efectivamente estos edificios son carísimos de construir y carísimos para vivir, pero son un gran atractivo para el mercado inmobiliario de lujo. La escasez de suelo en ciudades consolidadas como NY y el alto precio del disponible empujan el sector hacia arriba. Son edificios que, además, alimentan la “hoguera de las vanidades”: permiten contratar a los mejores y más mediáticos estudios de arquitectura; aplicar la tecnología más sofisticada; convertir la ciudad en el gran laboratorio de la arquitectura Fórmula 1; y atraer a inversores extranjeros, a menudo con fortunas obtenidas de manera poco transparente y que apenas utilizan los apartamentos dos o tres semanas al año.
Ciertamente, los privilegios de unos pocos perjudican a los demás: estos grandes edificios, que buscan las mejores vistas sobre la ciudad, y especialmente Central Park, bloquean las vistas de los que llegaron antes. Si bien en los superaltos, los apartamentos se alquilan o venden a partir de la altura que supera los rascacielos que hay delante (planta 12) y las plantas bajas se ocupan con servicios comunes como los gimnasios, piscinas, salas de exposiciones o almacenaje, el precio de alquiler y compra de los bloques ya existentes se ha devaluado por la pérdida de las vistas.
Con toda su controversia y sus detractores, ahí están, así que, en su próxima visita, no dejen de mirar arriba.
I NY
1 The Weight of New York City: Possible Contributions to Subsidence From Anthropogenic Sources
Tom Parsons, Pei-Chin Wu, Meng (Matt) Wei, Steven D'Hondt.Publicado: 08 May 2023
https://doi.org/10.1029/2022EF003465
2 Living and Working in Tall Buildings: Satisfaction and Perceived Benefits and Concerns of Occupants. Front. Built Environ. 3:70. doi: 10.3389/fbuil.2017.00070
3 Huppert, D., Grill, E., and Brandt, T. (2013). Down on heights? One in three has visual height intolerance. J. Neurol. 260, 597–604. doi:10.1007/s00415-012-6685-1
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