30 de Abril de 2025 a las 11:19
Eficiencia energética, Código técnico de edificación, Habitabilidad
Ahora que se acerca el verano, hablemos de calor. Empecemos aclarando algunos términos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, calor es la sensación que se experimenta ante una elevada temperatura y, por lo tanto, tiene que ver con datos físicos medibles con un termómetro y también con datos de percepción humana que son más difíciles de cuantificar. Todos hemos vivido situaciones en las que, ante unas determinadas condiciones térmicas, dos personas distintas tienen diferente percepción del calor.
Figura 1 Mujer cosiendo, Retrato de Elisa Casas, Niñas de blanco e Interior al aire libre, de Ramón Casas Carbó (Barcelona, 1836-1932). Debajo nueva colección de persianas Barcelona, inspiradas en sistemas tradicionales para proteger del calor.
En los últimos años, a causa del calentamiento global, también nos hemos familiarizado con conceptos como olas de calor, noches tropicales, cálidas, tórridas e incluso infernales que evidencian la preocupación de los expertos por el calor nocturno, igual de dañino que el diurno porque impide el adecuado descanso y agrava enfermedades previas.
Las definiciones para las olas de calor son diversas1, ya que para determinarlas hay que relacionarlas con los registros históricos de los últimos 30 años y, por lo tanto, dependen estrechamente del clima y también de la “memoria” térmica de los habitantes: los humanos nos aclimatamos a nuestras temperaturas del entorno. Sí hay consenso para España, en considerar que se dan: noches tropicales cuando la temperatura no baja de los 20ºC entre la puesta del sol y el amanecer, habituales y frecuentes a orillas del Mediterráneo; noches tórridas cuando la temperatura no baja de los 25ºC, asociadas a episodios de calor importante y al efecto isla de calor de las ciudades, con un elevado impacto sobre la salud y psicológicamente duras de sobrellevar (en Palma y Valencia hay una media de 10 a 15 noches tórridas al año); y noche infernal cuando las temperaturas nocturnas no bajan de los 30ºC, todavía escasas, pero que ya se dan en Las Canarias y en 2023 se registró la primera en Málaga.
Y estas situaciones van a ir a más. Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET)2, el clima árido avanza en España debido especialmente al aumento de las temperaturas, con casi un grado y medio (1,4ºC) más de media anual en España, y a la caída de las precipitaciones, entre un 10 y un 12%, aunque esta realidad influye en menor medida por su evolución menos lineal. En un lapso de setenta años, el aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones han hecho que la superficie afectada por este clima haya pasado de ser el 10,4% a un 21,6% en la actualidad (ver figura 2).
Figura 2 Informe CLIVAR-Spain sobre el clima en España 2024
Vulnerabilidad al cambio climático
Ante esta realidad y sobretodo relacionando las condiciones climáticas con la salud de los ciudadanos, desde hace años se trabaja en definir series de indicadores que nos permitan identificar grupos de riesgo o situaciones más vulnerables frente al calor, ya sea para intentar mitigar los efectos como para tratar de adaptarnos a las nuevas condiciones climáticas.
Los impactos del cambio climático no nos afectarán a todos por igual, ya que tendrán más efectos perjudiciales sobre los grupos de población más vulnerables: personas con posiciones socioeconómicas bajas (ingresos, educación, poder político), con privaciones materiales y condiciones físicas preexistentes malas (por ejemplo, viviendas en mal estado), que además pueden acumular otros perjuicios como una mala calidad ambiental y mayor exposición (falta de espacios verdes y calidad del aire). Así pues, la vulnerabilidad se define como un factor determinado por el contexto socioeconómico, político y ambiental. Según el IPCC3, la vulnerabilidad también incluye conceptos de sensibilidad (la predisposición física a sufrir las consecuencias de determinadas condiciones) y de capacidad adaptativa (la capacidad del sistema para soportar o recuperarse de las situaciones o daños extremos). En todo este contexto, evidentemente, las condiciones de los edificios en los que vivimos y trabajamos tienen un papel crucial.Figura 3 Evolución de la demanda, por meses, en la que se identifican los picos de consumo en verano e invierno, y la evolución de la demanda en los últimos 10 años. Fuente Red Eléctrica, disponible en https://www.sistemaelectrico-ree.es/
En estos momentos, los estudios de vulnerabilidad al cambio climático están recogiendo los siguientes indicadores de factores de riesgo relacionados con la vulnerabilidad residencial y el confort térmico: el año de antigüedad del edificio; el estado en el que se encuentra el edificio; la cantidad de horas de falta de confort en invierno; la cantidad de horas de falta de confort en verano; la infraestructura verde cercana; y la densidad residencial. Se tienen también en cuenta indicadores de sensibilidad como el envejecimiento y la soledad, el género, la pobreza, el nivel de estudios, la inmigración extranjera y la pobreza energética. Finalmente, existe un indicador de adaptación: el potencial de autogeneración a partir de fuentes renovables relacionado con la superficie construida sobre rasante y la producción fotovoltaica.
¿Están nuestros edificios preparados para protegernos del calor?
Hace ya algunos años que empezamos a familiarizarnos con el concepto pobreza energética: situación en la que se encuentra un hogar en el que las necesidades básicas de suministros de energía no pueden ser satisfechas, como consecuencia de un nivel de ingresos insuficiente, y que puede ser posiblemente agravada por disponer de una vivienda ineficiente en energía4. Los indicadores propuestos por el Observatorio Europeo de Pobreza Energética (EPOV) para identificar los hogares en pobreza energética son, según las últimas actualizaciones del Ministerio para la Transición Ecológica y el reto demográfico (2022): el gasto desproporcionado, la pobreza energética escondida, el retraso en el pago de las facturas de suministros, y la imposibilidad de mantener una temperatura adecuada en la vivienda.
Si nos centramos en este último, vemos que hace referencia, tan solo, a temperaturas inadecuadas en invierno (lógico si tenemos en cuenta las condiciones climáticas del conjunto de los países que conforman la Unión Europea y que las de la cuenca mediterránea se consideran una “excepción climática”). La evolución de este indicador muestra un porcentaje creciente de población que tiene una temperatura inadecuada en la vivienda en invierno (9,1% en 2018, 7,6% en 2019, 10,9% en 2020 y 14,3% en 2021), siendo los hogares con un único miembro, los que tienen un porcentaje mayor (19,5%, habitualmente mujeres mayores que viven solas) seguidos de los hogares que tienen 5 o más miembros.
En consecuencia, y en cumplimiento de las Directivas Europeas, las estrategias para promover el ahorro energético y de paso luchar contra la pobreza energética, se han dirigido básicamente y en relación a las condiciones de los edificios y al confort térmico, a limitar el consumo energético, reducir y controlar la demanda, mejorar las condiciones de las instalaciones térmicas, promover la generación mínima de energía eléctrica procedente de fuentes renovables y aumentar su contribución para cubrir la demanda de agua caliente sanitaria, recogidas en el Código Técnico, Documento Básico Ahorro de Energía (ver figura 4).
Figura 4 Nuevo índice del DB HE desde el 14 de junio de 2022
Las rehabilitaciones energéticas del parque edificado se han centrado preferencialmente en “abrigar” los edificios para reducir la demanda energética de climatización en invierno, y en promover el cambio de calderas a sistemas de climatización más eficientes, pero sorprendentemente, la protección frente al calor y las mejoras en los edificios para garantizar el confort aún no están sobre la mesa. Y de hecho, según los datos de demanda energética en los últimos 10 años, aún con todos los esfuerzos realizados, el consumo no se ha reducido de manera notable (Figura 3).
Cabe señalar que la actualización de 2019 del Código Técnico de la Edificación español ha supuesto un avance en la inclusión de sombreado en la normativa. El documento incorpora valores límite para un parámetro denominado Control Solar, que es la relación entre las ganancias solares para el mes de julio (Qsol;jul) de los huecos pertenecientes a la envolvente térmica con sus protecciones solares móviles activadas, y la superficie útil de los espacios habitables incluidos dentro de la envolvente térmica (Autil). Puede aplicarse al edificio o a parte del mismo.
Para su cálculo de forma simplificada, se considera nula la energía reirradiada al cielo y se tienen en cuenta diferentes factores relacionados con el sombreamiento, para el mes de julio, por obstáculos externos a los huecos: voladizos, aletas laterales, retranqueos, obstáculos remotos, etc. En la mayoría de los proyectos, las incorporaciones de los sistemas de sombreado móvil también deberían tenerse en cuenta en el cálculo de los parámetros característicos de la envolvente, posibilidad que resulta menos conocida, dado que las herramientas oficiales no realizan todos los pasos del cálculo.
En un próximo articulo expondremos algunas de las estrategias que deberíamos incorporar en los contextos urbanos y en nuestros edificios para limitar la demanda de energía en verano, reducir las necesidades de climatización y mejorar las condiciones de confort tanto en nuestras viviendas como en espacios exteriores o lugares de trabajo. Porque ante la crisis climática, debemos estar preparados sin dejar a nadie atrás.
(1) Olas de calor en España desde 1975. Agencia Estatal de Meteorología. Disponible en https://www.aemet.es/documentos/es/conocermas/recursos_en_linea/publicaciones_y_estudios/estudios/Olas_calor/Olas_Calor_Actualizacion_Junio_2019.pdf
(2) INFORME CLIVAR-SPAIN sobre el Clima en España. Disponible en http://clivar.es/wp-content/uploads/2025/02/Libro-INFORME-CLIVAR-SPAIN-clima-en-Espana-v6.pdf
(3) IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change). (2012). Special Report: Field, C. B., Barros,
V., Stocker, T. F., & Dahe, Q. (Eds.). (2012). Managing the risks of extreme events and disasters
to advance climate change adaptation: special report of the intergovernmental panel on climate
change. Cambridge University Press.
(4) Pobreza energética. Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico. Disponible en https://www.miteco.gob.es/ca/ministerio/planes-estrategias/estrategia-pobreza-energetica.html
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