13 de Junio de 2023 a las 08:27
Eficiencia energética, Desarrollo sostenible, Descarbonización
No por mucho repetirlo va a dejar de preocuparnos: el sector de la construcción era responsable de más del 34% de la demanda energética y alrededor del 37% de las emisiones de CO2 asociadas a la energía y a sus operaciones, según los datos presentados en 2021, en la Conferencia de la ONU sobre el clima, COP27. Dos años más tarde, a pesar de los esfuerzos y las estrategias, los mensajes de alerta y la evidente emergencia climática, el sector aún avanza demasiado lento, aunque es cierto que cada vez está más concienciado.
Los macrodatos a escala mundial a menudo nos desconectan del problema, que consideramos insuperable y nos desmotiva. Por eso este artículo: para intentar, modestamente, acercar un problema global a la cotidianeidad del profesional de la arquitectura y la construcción.
En el mismo Informe de la ONU, las principales recomendaciones se dirigen a los gobiernos nacionales y regionales y a los organismos no estatales. Pero también hay mensajes dirigidos a la industria de la construcción y de los materiales de construcción y, en consecuencia, a los profesionales del sector para que apliquen estrategias de neutralidad en carbono tanto para los edificios nuevos como para los ya existentes, se comprometan a reducir sus emisiones de CO2 en toda su cadena de valor y promuevan el cambio hacia “economías de materiales circulares”.
Empecemos por alguna lectura “amable”, ideal para las vacaciones, como la “Hoja de ruta para la descarbonización de la edificación en todo su ciclo de vida. Cuenta atrás para el sector de la vivienda o cómo pasar de 48 a 0 MtCO2 en treinta años”, un título largo que lo dice todo. En el documento se establecen unos principios, valores y criterios básicos entre los que destacaré tres:
“La escala del edificio para definir la métrica del carbono. En la escala del edificio es donde las decisiones que afectan a todo su ciclo de vida, incluida su descarbonización, la economía circular y su propia función social, toman pleno sentido y desarrollo.
(…)
Participación y corresponsabilidad. La hoja de ruta nace de la imprescindible participación de representantes de los múltiples agentes del sector/cadena de valor implicados. Esta colaboración exige además la corresponsabilidad, por la que todos los agentes deben asumir sus responsabilidades propias y exigir una rendición de cuentas a los demás.
Las personas en el centro. La misión de la edificación es, ante todo, proveer de habitabilidad a las personas. La transformación que propone la hoja de ruta debe ir acompañada de su empoderamiento para que ganen en resiliencia, coparticipación en la descarbonización y para que se conviertan en agentes activos de la misma.”
Sigamos con algunos términos con los que deberemos familiarizarnos: carbono embebido (el que se emite durante las fases de construcción, mantenimiento, reparación, rehabilitación y fin de vida), carbono operativo (el que se emite durante la fase de uso del edificio), ciclo de vida de los edificios, emisiones asociadas, descarbonización, revalorización de residuos y autoconsumo por señalar sólo unos pocos.
Y terminemos por los puntos clave que los expertos nos presentan, a futuro, sobre las que apalancar la transformación del sector:
Debemos aprovechar y rehabilitar el parque existente: no nos cansaremos de insistir en que la intervención en el parque edificado es la mejor estrategia, la más sostenible y la más exigente también desde el punto de vista del conocimiento y de la profesionalidad. En este sentido los profesionales de la Arquitectura Técnica tenemos un papel decisivo como diagnosticadores, como prescriptores y como expertos en la dirección técnica y ejecutiva.
Es imprescindible racionalizar la nueva construcción: redefinir las necesidades de la nueva vivienda y trabajar intensamente en reducir el carbono embebido, que es el factor más desestabilizante dentro del cómputo de carbono del ciclo de vida, aunque también el operativo, a partir de sistemas pasivos que garanticen el confort ambiental y de reconsiderar, por qué no, los actuales estándares. Y desde luego, deberíamos estar ya presupuestando los proyectos, no sólo en clave económica €/m2 construido, sino también en clave de impacto ambiental y en Tn CO2/m2 construido (cosa que ya permiten los programas vinculados a bases de datos que incorporan esta información), o en la hipoteca energética que conllevan ciertos edificios.
Hay que trabajar en descarbonizar los productos de la construcción a partir de reducir el carbono embebido y reconsiderar los materiales de base biológica o con menor transformación como la tierra, sin ir más lejos. Y exigir ecoetiquetas, elegir los materiales considerando su huella de carbono (y no sólo por su precio o su belleza) e incluso, como ya es obligatorio en algunos países de nuestro entorno, que todos los materiales de construcción tengan incorporados residuos de la construcción. En este camino la investigación es clave y se abre un abanico de posibilidades en I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación) que deberíamos saber articular a partir de la colaboración universidad/empresa, la promoción de másteres y ciclos superiores e incluso los doctorados industriales.
También hay que coordinar las agendas del sector pero, sobre todo, debemos considerar el factor tiempo: hay que actuar con urgencia, los recursos se agotan y las crisis climáticas se suceden. Todo lo que hagamos en este sentido será a nuestro favor. “Tota pedra fa pared” que decimos en casa.
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Esta imagen es una representación digital que ha sido generada utilizando inteligencia artificial y el concepto de "dibujo ciudad sostenible".